“A la democracia representativa le basta para funcionar, que exista una opinión pública que sea verdaderamente del público. Pero cada vez es menos cierto, dado que la videocracia esta fabricando una opinión sólidamente hetero-dirigida que aparentemente refuerza, pero que en sustancia vacía, la democracia como gobierno de opinión. Porque la televisión se exhibe como portador de una opinión pública que en realidad es el eco de regreso de la propia voz.” Giovanni Sartori
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De la noche a la mañana ha emergido de las entrañas de nuestra sociedad civil, una de las más escuálidas en vitalidad y excelencia de Europa, una nueva formación política que tiene mucho de “movimiento” aglutinante de un desencanto y resistencia crecientes a las consecuencias y remedios, propuestos por las élites, provenientes de la crisis económica que viven los países desarrollados.
Procedente del 15M, Podemos, fenómeno presuntamente colega de las revoluciones árabes de Primavera y por lo tanto sospechoso también de ser en gran medida un producto de la implementación en suelo español de las sofisticadas técnicas de la disidencia controlada, se ha plantado como cuarta fuerza en unos comicios europeos bastante desvaídos en cuanto a participación ciudadana.
El uso hábil de las redes sociales, pero sobre todo un baño de visibilidad mediática propiciado por determinadas grandes cadenas de televisión y por la casi unanimidad de la Prensa nacional, coloca a la formación de Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero e Íñigo Errejón bajo la sospecha de maniobras orquestales en la oscuridad para cualquiera que tenga una cierta facultad de raciocinio.
En Política no hay casualidades y nada es lo que parece.
¿A quienes puede beneficiar a corto o largo plazo, y a quienes perjudicar, una formación política antisistema, procedente del ámbito de la extremaizquierda, que se pronuncia sin complejos por la “bolivarianización” de la vida política y social de los países del Sur de Europa?
Félix Rodrigo Mora, pensador aguerrido y autor de numerosos libros y artículos sobre cuestiones sociales, antropológicas y políticas, proveniente del ámbito del anarquismo ibérico clásico (bête noire de la izquierda convencional socialdemócrata o leninista, en España casi indistinguibles y apoltronadas en los mismos presupuestos públicos), expone en el programa su posición sobre este fenómeno que, muy probablemente como en el caso de Felipe González en los ochenta, no sea otra cosa que un espejismo carismático para mejor reestructurar el sistema económico y político para mayor gozo y beneficio de la Oligarquía que controla el país desde el comienzo de la Transición. Incluso desde más allá.
Vivimos un relevo no sólo generacional, pensemos en la abdicación de Juan Carlos I o en el fallecimiento de Emilio Botín e Isidoro Fernández, sino sistémico: en el umbral de la firma de un opaco Tratado de Libre Comercio entre USA y la UE, participando aviesamente en la progresiva desestabilización política y reestructuración geopolítica de Oriente Medio o propugnando un grave conflicto con Rusia en Ucrania.
Pilar Baselga y Frank G. Rubio mantienen con Félix Rodrigo Mora un extenso e intenso diálogo, obviamente inacabado, en el cual tratan de echar un poco de luz sobre un muy posible simulacro alumbrado en parte por las estrategias de control mediático de quienes han convertido la manipulación y la desinformación en herramientas básicas de dominación y configuración de la realidad de millones de personas inermes.
Las respuestas fáciles y maniqueas queremos queden excluidas o formen, como mucho, parte de los datos. Nada es lo que parece no ha hecho más que empezar con esta cuestión.
“Pensar Podemos” más que “sentir Podemos.”
